¿Por qué eres feminista?
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#CuidarEnCrisis II

Desde FESminismos compartimos testimonios de cómo las mujeres están cuidando en medio de la crisis del COVID-19 y hoy ven aún más complicada el ejercicio de este #TrabajoDeCuidados. Buscamos mostrar diversas realidades y aspectos de los cuidados personales y colectivos en diferentes países de América Latina y el Caribe. Les invitamos a reconocer la importancia que los cuidados tienen para nuestras sociedades y la necesidad de poner los #CuidadosAlCentro.

La Paz, Bolivia: Adriana Guzmán; 40 años; Abril 2020

En Bolivia tenemos solo un día para salir a buscar alimentos. Los supermercados son los que tienen más facilidades para venderlos, pero nosotras nos resistimos, vamos al mercado, le compramos a la casera, a la tiendita, porque tenemos memoria.


El capitalismo y las transnacionales no están en cuarentena, por eso a ellos no les vamos a comprar. No hay cuarentena con hambre y aunque el virus mata es muy difícil quedarte en casa cuando no hay comida ni dinero. Por eso, mantenemos y reinventamos las redes comunitarias para que los alimentos sigan circulando y lleguen a quienes los necesitan, porque la responsabilidad con la vida es en reciprocidad.

México: Ana Bermúdez; 35 años; Químico Farmacéutico Biólogo; abril 2020

Lo más difícil es saber que al estar más expuesta al contagio es posible que contagie a los miembros de mi familia aunque tome todas las precauciones.
La rutina de llegada a mi hogar ha cambiado. Tengo que desvestirme en el patio y colocar mi ropa del trabajo en un contenedor con agua y jabón e inmediatamente meterme a bañar, y al salir desinfectar todos los efectos personales que traje. Esto atrasa todas las actividades que antes realizaba en la casa después de llegar.
Mi familia me ha apoyado al 100 por ciento, aunque no ha sido fácil. Ha habido que reasignar algunas tareas que antes solo realizaba yo. Somos cuidadores de un niño con discapacidad y esto implica vestirlo, alimentarlo, trasladarlo y asistirlo en todas sus necesidades básicas, administrarle sus medicamentos y realizar ejercicios de terapia física que antes se realizaban en clínicas especializadas.

La unidad de salud a la que pertenezco hace lo posible por conseguir los insumos para nuestra protección en el laboratorio mientras procesamos las muestras. Sin embargo, no están disponibles para todo el personal. En mi caso, no me siento cuidada. Arbitrariamente se nos asignó sólo a otra compañera y a mí la tarea de tomar las muestras sospechosas de COVID-19. Estamos haciendo lo posible para que este trabajo sea distribuido equitativamente. Pero no hemos recibido la capacitación que garantice nuestra seguridad y la del paciente.
Frente al personal de salud hay falta de empatía, tanto de sus superiores como de la población en general. Hay discriminación y somos objeto de agresiones físicas y verbales por mera ignorancia de la gente. Además, el personal de salud que desempeña trabajos de cuidado de personas dependientes ha sido excluido en los decretos que emitió la secretaría de salud referente al grupo poblacional que se considera de alto riesgo y al que se autoriza ausentarse de sus labores durante la contingencia.

Potosí, Bolivia: Jimena Tejerina; 40 años; Abril 2020

En Bolivia, la mayor parte de las mujeres vivimos del trabajo en las calles. La cuarentena es un golpe a nuestra economía del día a día, pero también tenemos nuestra memoria de comunidad, el trueque, el intercambio. Hacernos cargo de las abuelas y hermanas mayores nos ayuda a sobrevivir estos días lejos del individualismo, del solamente quédate en casa.

La cuarentena se sostiene en el imaginario de que en las casas las mujeres estamos seguras, pero la realidad es otra: las mujeres vivimos en el mismo espacio con los agresores y esos espacios son de riesgo para nuestra vida y para la vida de las wawas. Para nosotras quédate en casa no es seguro.

Honduras: Susy Waleska;  51 años; consultora; Abril  2020

Soy consultora independiente y tengo que andar reinventándome cada día. No tengo nada formal de ingresos y estoy con la incertidumbre laboral de siempre. Envías propuestas y a veces te seleccionan y otras te dejan de lado porque  participas solo para que se llene el requisito de un supuesto concurso democrático y limpio que no es tal. 

En estos tiempos he mandado dos propuestas, porque nunca pierdo las esperanzas de ganar una consultoría aunque la mayoría necesita trabajo de campo, cosa imposible en este momento. Sin ningún ingreso fijo es difícil porque ni podés pedir prestado porque no sabes cuándo lo podrás pagar. Igual sucede a mi pareja, así que hemos sobrevivido con lo poco que teníamos y algunos préstamos  de amigos y familiares, así como las provisiones que algunos buenos amigos han traído y que han ayudado mucho a pasar estos días difíciles.

Esta cuarentena me ha obligado a estar encerrada en casa desde el 16 de abril lo que implica que hay que llevar mejor control de la casa para hacer un uso eficiente de los recursos disponibles. Me toca preparar la comida de las nueve personas que están en casa y se cocina con lo que hay. Toca estar pendiente  de las compras, para hacer la desinfección de las cosas que entran a la casa. Aquí todas y todos colaboran con las tareas del hogar pero siempre hay que supervisar que se hagan las cosas. 

Respecto a lavar la ropa, cada quien lo hacía desde antes, así que solo hay que estar pendiente que no falte el detergente y allí me siento  afortunada de tener agua las 24 horas los siete días de la semana. Me recuerdo de unas compas en Nacaome que van a traer agua desde las 2:00 a.m., a un pozo cercano. A veces, siento que es la de nunca acabar. 

No se duerme bien porque tenés la incertidumbre de que si te enfermas no tenemos un sistema de salud confiable y nosotras las mujeres somos las que nos toca llevar la carga de los enfermos en casa. Si haces consultoría no tienes asistencia en salud ni derecho laborales. Nada, solo tu ingreso que tampoco es suficiente para cubrir estas necesidades.

Durante este tiempo pasamos a ser 10 personas en la casa con el nacimiento de mi nieto. La falta de acceso a beneficios de salud te hace muy vulnerable frente a la pandemia de COVID-19. 

La carga sobre los hombros de la mujer en la casa es muy pesada y en momentos como este lo es más. Hay días en que me pongo en huelga, porque estoy muy cansada y aviso que no haré nada, pero aun así no he podido tener tiempo para mi sentarme y avanzar más en mis lecturas, aunque sí reconozco que he visto películas y a mi youtuber favorito “Alan por el Mundo”. 

Ahora no tengo trabajo por el momentos que estamos viviendo. No pierdo la esperanza de tener un ingreso propio dentro de muy poco tiempo.

La Paz, Bolivia: Nelly Maria; 51 años; junio 2020

Soy Nelly Maria, tengo 51 años, vendo abarrotes en un mercado municipal de abasto en una zona periférica de la ciudad de La Paz – Bolivia.

Antes de la emergencia sanitaria por el COVID-19 y desde hace 30 años aproximadamente vendo en el mercado “Santiago de Munaypata”  y hasta el día de hoy.

Desde que en Bolivia se tomaron las medidas de prevención para enfrentar el coronavirus, durante la cuarentena rígida y la flexibilización de esta medida, los más de 72 mercados municipales de abasto en la ciudad de La Paz siguieron abiertos. Venimos trabajando cotidianamente excepto los fines de semana en que las disposiciones prohíben todo tipo de comercio y movilización. Porque calificamos en la categoría de expendio de alimentos de primera necesidad que fue uno de los pocos sectores autorizados de trabajar.  Aunque se redujeron los horarios de trabajo, debido a que antes del coronavirus iniciábamos el funcionamiento del mercado a partir de las 6:30 am, hasta las 21:00 pm. El horario cambió debido a las disposiciones de gobierno de horas 7:00 am a 12:00 del medio día durante la cuarentena rígida, que no significó realmente la disminución de nuestros horarios de trabajo, pues debido a que no nos autorizaron permisos para algunas movilidades que nos permitieran trasladar los productos que necesitábamos vender en el mercado, debíamos ir a adquirir los productos clandestinamente con algunas movilidades o contratando transporte clandestino desde las 0 horas del día, 2,3, 4 de la madrugada, porque en esos horarios no había control exponiéndonos al frío y demás peligros pues caminábamos muchas veces a pie hasta estos grandes centros de abasto que se ubican como a 20 minutos en auto. Cuando era tarde debíamos cargar los productos a pie en subidas entre 12, 15 y hasta 25 cuadras.

Respecto a las tareas de cuidado en mi caso repartimos las labores con mis tres hijos, me apoyaron ya que se suspendieron las clases y dos estaban desempleados. Algo positivo para mí fue poder almorzar todos juntos que no lo hacíamos regularmente por tener actividades con horarios que no eran compatibles antes de la pandemia, pero varias compañeras que viven en zonas alejadas ya no salieron a vender, otras porque eran mujeres de la tercera edad y otras que tienen hijos pequeños tampoco pudieron venir a vender al igual que las comideras porque se prohibió la venta de alimento para el consumo directo, para evitar contagios. No la pasaron muy bien estas compañeras porque no tenían como generar ingresos para sus familias. Otro problema fue la subida exagerada en los precios en productos con mucha demanda y generalmente importados como la lavandina, barbijos, guantes quirúrgicos, alcohol en gel, etc..

Por la necesidad que tenían muchas mujeres que trabajan informalmente en rubros no autorizados, comenzaron a vender frutas, verduras, panes en las aceras y esquinas de las diferentes calles de la ciudad en busca de generarse ingresos para comer.

Las mujeres no descansamos completamente y no creo que nos hubiéramos aburrido, en la casa siempre hay muchas cosas que hacer, limpiar, cocinar, ordenar, lavar, es un tiempo de poder realizar los muchos pendientes atrasados que tampoco logramos concluir, para otras fue más recargado aún, debían sentarse con sus hijos para hacer las tareas que los profes les enviaban por WhatsApp, zoom y otras tantas aplicaciones, otras presionadas por sus esposos que se aburrían de estar en la casa, eso me compartieron algunas de mis caseritas.